domingo, 27 de octubre de 2013

LOS SENSITIVOS




EL LIBRO DE LAS FACULTADES XVIII
ALLAN KARDEC
Versión castellana: Giuseppe Isgró C. 

Capítulo XVIII


LOS SENSITIVOS


Sensitivos de efectos físicos – Personas eléctricas –
Sensitivos sensibles o impresionables – Sensitivos auditivos –
Sensitivos parlantes – Sensitivos videntes –
Sensitivos sonámbulos – Sensitivos curativos –
Sensitivos pneumatógrafos.


1.  Cualquier persona que resienta, en determinado grado, la influencia de los Espíritus, es por este motivo un sensitivo.
Esta facultad es inherente al ser humano, y en consecuencia es un privilegio exclusivo; por lo cual existen pocas personas en las que no se encuentre alguna traza. Se puede decir, por lo tanto, que todos, quienes más y quienes menos, son sensitivos. Todavía, en el uso, esta calificación se aplica solamente a quienes cuya facultad espiritual es nítidamente caracterizada y se traduce con efectos evidentes de una cierta intensidad, por lo que depende de una organización más o menos sensitiva. Conviene, por otra parte, observar que esta facultad no se manifiesta en todos de la misma manera; los sensitivos tienen, generalmente, una actitud especial para uno u otro orden de fenómenos, lo que constituye otras tantas variedades tanto como son las variantes de las manifestaciones. Las principales son: Los sensitivos de efectos físicos, impresionables, auditivos, parlantes, videntes, sonámbulos, curativos, pneumatógrafos, escibientes o psicógrafos.

1. SENTITIVOS DE EFECTOS FÍSICOS

2.  Los sensitivos de efectos físicos son particularmente aptos para producir fenómenos materiales, como los movimientos de los cuerpos inertes, los ruidos, etcétera.
Se pueden dividir en sensitivos facultativos y sensitivos involuntarios. (Ver parte segunda, Cap. 2 y 4).
Los sensitivos facultativos son aquellos que tienen la conciencia de su poder, y producen los fenómenos espirituales por un acto de su voluntad. Esta facultad, aunque inherente a la especie humana, como hemos dicho, no existe para todos en el mismo grado; pero son pocas las personas en quienes su manifestación sea nula, aquellas aptas para producir los grandes efectos (como la suspensión de los cuerpos  pesados en el espacio, la traslación aérea y sobre todo las apariciones) son todavía más raras.
Los efectos más simples son aquellos de la rotación de un objeto, los de los golpes por medio de la elevación de este objeto, o en la substancia misma. Sin atribuir una importancia extraordinaria a estos fenómenos, nosotros invitamos, sin embargo, a no descuidarlos; ellos pueden dar lugar a observaciones interesantes y facilitar la convicción. Conviene, todavía, observar que la facultad de producir efectos materiales existe raramente en quienes tienen medios más perfectos de comunicación, como la escritura o la palabra. Generalmente, la facultad disminuye en un sentido en la medida en que ella se desarrolla en otro.
3.  Los sensitivos involuntarios o naturales, son aquellos cuya influencia se ejerce con su desconocimiento. Ellos no tienen ninguna conciencia de su poder, y con frecuencia lo que sucede de anormal a su alrededor, no le parece para nada extraordinario; esto hace parte de ellos mismos, absolutamente como las personas dotadas de la segunda vista y que no lo han imaginado en absoluto.
Estos sujetos son dignísimos de observación, y no se debe descuidar de recoger y de estudiar los hechos de este género que puedan llegar a nuestro conocimiento; ellos se manifiestan en cada edad, y con frecuencia en chavales muy jóvenes. (Ver Cap. 5, Manifestaciones espontáneas).
Esta facultad no es de por sí de un estado patológico, por cuanto es incompatible con una perfecta salud. Si aquel que la posee es alguien que sufre, esto depende de una causa extraña, y este es el motivo por el cual los medios terapéuticos son impotentes para hacerla cesar. Ella puede, en determinados casos, ser consecuencia de una cierta debilidad orgánica, pero no es nunca causa eficiente. No se sabría, por lo tanto, razonablemente, concebir alguna inquietud desde el punto de vista de higiénico. Ella podría tener algunos inconvenientes solamente cuando el sujeto, transformado en sensitivo facultativo, abusara de su facultad, por cuanto, entonces, habría de su parte una emisión muy abundante de fluido vital, y en consecuencia debilitamiento de los órganos.
4.  La razón se rebela a la idea de las torturas morales y corporales, a las cuales la ciencia ha, alguna vez, sometido seres débiles y delicados en vista de asegurarse que no hubiese fraude o engaño de su parte; estas experiencias, realizadas la mayor parte de las veces en forma malintencionada, son siempre dañinas para las personas sensitivas, y podrían derivarse graves desórdenes fisiológicos. Realizar tales pruebas implica un juego con la vida. El observador de buena fe no tiene necesidad de emplear estos medios; el que está familiarizado con esta clase de fenómenos sabe, por otra parte, que ellos pertenecen más al orden moral que al físico, y que se buscaría, en vano, la solución en nuestras ciencias exactas.
Es por esto que estos fenómenos tienen relación con el orden moral, se debe evitar con escrupuloso cuidado todo lo que pueda sobrexcitar la imaginación. Son notorias las circunstancias que pueden derivarse del temor, y se sería menos imprudentes si se conociesen todos los casos de locura y de epilepsia, que tienen su origen en cuentos de los lobos feroces y del hada madrina; qué se derivaría cuando se quisiese persuadir de que se encuentra involucrado el diablo? Quienes dan crédito a tales ideas no saben la responsabilidad que asumen: Podrían provocar la desencarnación! Ahora el peligro no lo hay solamente para el sujeto, sino, también, para aquellos que lo circundan, y que podrían asustarse del pensamiento de que su casa fuese una cueva de demonios. Esta funesta creencia fue la que causó tantas acciones atroces en tiempos de ignorancia. Todavía, con un poco de discernimiento, se habría debido pensar que, quemando el cuerpo que se creía poseído por el diablo, no se quemaba el diablo. Por cuanto se quería deshacer del diablo, era preciso, antes de todo quemar al diablo mismo; la Doctrina Espírita, iluminándonos sobre la verdadera causa de todos estos fenómenos, le da el golpe de gracia. Lejos, por lo tanto, de dar nacimiento a este pensamiento, se debe, y es un deber moral y de humanidad, combatirlo si existe.
Lo que conviene hacer cuando una símil facultad se desarrolla espontáneamente en un individuo, es dejar que el fenómeno siga su curso natural; la naturaleza es más prudente que los seres humanos: La Providencia, por otra parte, ve muy lejos, y el más mezquino individuo puede ser el instrumento de los más grandes designios. Pero, es necesario convenir que este fenómeno alcanza, alguna vez, proporciones graves e inoportunas para todos (1).  Esto es lo que en todos los casos conviene hacer. En el Cap. 5, Manifestaciones físicas espontáneas, hemos dado ya alguna sugerencia al respeto, diciendo que conviene buscar de ponerse en rapport con el Espíritu para saber por él lo que quiere. El medio siguiente está, igualmente, fundado en la observación.
Los seres invisibles, que revelan su presencia con efectos sensibles, son, en general, Espíritus de un orden inferior, que se pueden dominar por medio del ascendente moral. Y es este ascendiente que conviene adquirir. Para obtener este ascendiente, conviene hacer pasar al sujeto del estado de sensitivo natural, al de sensitivo facultativo. Se produce, entonces, un efecto similar al que se verifica en el sonambulismo. Se sabe que el sonambulismo natural cesa, generalmente, cuando es sustituido por el sonambulismo magnético. No se frena con esto la facultad emancipadora del Espíritu, pero se le da otro curso. Lo mismo ocurre para la facultad sensitiva. A esta señal, en cambio de impedir los fenómenos (lo que se alcanza raramente y que no es siempre sin peligro), es preciso estimular al sensitivo para producirlo a su voluntad, imponiéndose al Espíritu. Con este medio, él llega a dominarlo, y de un dominador alguna vez tiránico, se hace un ser subordinado y con frecuencia dulcísimo. Un hecho digno de atención, y justificado por la experiencia, es que, en un caso similar, un chaval tiene tanta, y con frecuencia más autoridad que un adulto; otra prueba del punto esencial de la Doctrina, según el cual el Espíritu no es chaval sino por el cuerpo, y tiene por sí mismo un desarrollo necesariamente anterior a su encarnación actual, desarrollo que puede otorgarle ascendiente sobre los Espíritus que les son inferiores en progreso.
La moralización del Espíritu por medio de consejos de una tercera persona influyente y experimentada, si el mismo sensitivo no se encuentra en grado de hacerlo, es con frecuencia un medio eficacísimo. Volveremos sobre el argumento más tarde.
5.  Parecería que pertenecen a esta categoría de sensitivos los individuos dotados de una cierta dosis de electricidad natural; verdaderos torpedos humanos, que producen con el simple contacto cualquier efecto de atracción o de  repulsión. Sería un error, en todo caso, retenerlos como sensitivos, por cuanto la verdadera facultad espiritual supone la intervención directa de un Espíritu; ahora, en los casos de los cuales hablamos, experiencias concluyentes han probado que la electricidad es el único agente de estos fenómenos.
Esta facultad bizarra, que casi podría denominarse como ausencia de salud, como puede notarse de la historia del Espíritu golpeador de Bergzabern, pero, con frecuencia ella es completamente independiente. Como hemos ya dicho, la sola prueba de la intervención de los Espíritus es el carácter inteligente de las manifestaciones; cada vez que este carácter es inexistente, se pueden atribuir con fundamento a una causa puramente física. La cuestión es la de saber si las personas eléctricas tendrían una mayor aptitud para transformarse en sensitivos de efectos físicos; nosotros lo pensamos, pero esto debe ser un resultado de la experiencia.

 2. Sensitivos sensibles o impresionables

6.  Se designan con este nombre a las personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por medio de una vaga impresión, una suerte de cosquilleo en todo el cuerpo, del cual ellas no pueden darse cuenta. Esta variedad no tiene un carácter bien definido; todos los sensitivos son necesariamente impresionables; la impresionabilidad es declarada de esta manera una cualidad general, más que especial; es la facultad rudimentaria indispensable para el desarrollo de todas las demás. Ella se diferencia de la impresionabilidad puramente física y nerviosa, con la cual no se debe confundir, por cuanto hay personas que no tienen los nervios delicados y que resienten más o menos el efecto de la presencia de los Espíritus, en el mismo modo que otras irritables en elevado grado no la resienten en absoluto.
Esta facultad se desarrolla con la costumbre, y puede adquirir una tal delicadeza que quien es dotado de la misma reconoce, de la impresión que resiente, no solamente la naturaleza buena o negativa del Espíritu que le permanece al lado, sino su individualidad, al igual que el ciego, casi por intuición, el acercarse de una determinada persona: él se transforma, en relación a los Espíritus, en un verdadero sensitivo. Un buen Espíritu hace siempre una impresión dulce y agradable; la de Espíritu inferior, por el contrario, es penosa, ansiosa y desagradable; se percibe como una sensación de impureza.

3. Sensitivos auditivos

7.  Estos sensitivos escuchan la voz de los Espíritus. Esto, como hemos dicho hablando de la pneumatofonía, es, alguna vez, una voz íntima que se percibe en el interior del oído; otras veces es una voz exterior, clara y definida, como la de una persona normal. Los sensitivos auditivos pueden de esta manera entrar en conversación con los Espíritus. Por cuanto ellos están inclinados a comunicarse con determinados Espíritus, los reconocen inmediatamente por el timbre de la voz. Aun cuando no se posea esta facultad, se puede, igualmente, comunicar con un Espíritu por medio de un sensitivo auditivo, que funge de intérprete. Esta facultad es muy agradable cuando el sensitivo trata con buenos Espíritus, o solamente con aquellos que él llama; pero la situación cambia de aspecto cuando un Espíritu se apega a él y le hace sentir, a cada momento, las cosas más desagradables, y, alguna vez, las más inconvenientes. Es preciso, entonces, desembarazarse con los medios que nosotros indicaremos en el capítulo  relativo a la Obsesión.   

4. Sensitivos parlantes

8.   Los sensitivos auditivos, que transmiten solamente lo que oyen, no son, propiamente hablando, sensitivos parlantes; estos últimos, en cambio, las más de las veces no oyen nada. Con éstos el Espíritu actúa sobre los órganos de la palabra, al igual que lo hace con la mano en los sensitivos psicógrafos. El Espíritu que quiere comunicarse se sirve del órgano que encuentra mayormente idóneo en el sensitivo; de uno tomará el uso de la mano, de otro la palabra, de un tercero el oído. El sensitivo parlante se expresa generalmente sin tener conciencia de lo que dice, y con frecuencia menciona cosas completamente extrañas a sus ideas habituales, a sus conocimientos, e inclusive lejos del alcance de su inteligencia. Aunque el sensitivo esté perfectamente despierto y en un estado normal, él raramente conserva el recuerdo de lo que ha dicho; en otros términos, la palabra es para el sensitivo un instrumento del que se sirve el Espíritu y con el cual una persona extraña puede entrar en comunicación, de la misma manera en que puede hacerlo con un sensitivo auditivo.
La pasividad del sensitivo parlante no es siempre completa; los hay de aquellos que tienen la intuición de lo que dicen en el momento mismo en que pronuncian las palabras. Regresaremos sobre esta variedad cuando trataremos de los sensitivos intuitivos.

5. Sensitivos videntes    

9.  Los sensitivos videntes están dotados de la facultad de ver a los Espíritus. Los hay de aquellos que gozan de esta facultad en el estado normal, aunque se encuentran perfectamente despiertos y conservan un exacto recuerdo; otros no lo tienen sino en el estado de sonambulismo o cercano al sonambulismo.
Esta facultad es raramente permanente: ella es casi siempre el efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden colocar en la categoría de los sensitivos videntes todos los individuos dotados de la segunda vista. La posibilidad de ver los Espíritus en sueño nace sin duda de una especie de facultad clarividente. Hemos explicado este fenómeno en el Cap. 6: Manifestaciones visuales.
El sensitivo vidente cree ver con los ojos, al igual que aquellos que están dotados de la segunda vista; pero en realidad es el Espíritu el que ve, y es esta la razón por la cual ellos ven tanto con los ojos cerrados como abiertos; de esto resulta que un ciego puede ver los Espíritus al igual que aquel que tiene buena vista. Se podría hacer, al respecto, un estudio muy interesante, el de saber si esta facultad es más frecuente entre los ciegos. Espíritus que fueron ciegos nos han dicho, estando encarnados, ellos tenían por vía extrasensorial la percepción de determinados objetos, y que no se encontraban inmersos en una obscuridad negra.
10.           Conviene distinguir las apariciones circunstanciales y espontáneas de la facultad propiamente dicha de ver a los Espíritus. Las primeras son frecuentes, sobre todo al momento de la desencarnación de personas amadas y conocidas, las cuales vienen a informar que ya no se encuentran en la dimensión física de la vida. Existen numerosos ejemplos de hechos similares ocurridos, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces, son parientes y amigos que, si bien desencarnados desde un tiempo más o menos lejano, aparecen, bien sea para advertir de un peligro, o para dar un consejo, o para solicitar que se haga algo para ellos. El servicio que puede reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de algo que él no pudo hacer mientras se encontraba encarnado, o en solicitar asistencia espiritual por el pedido al Ser Universal. Estas apariciones son hechos aislados, que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, por lo menos frecuentísima, de ver cualquier Espíritu, aún aquel que nos es más extraño. Esta es la verdadera facultad que caracteriza, hablando con propiedad, los sensitivos videntes.
Entre los sensitivos videntes los hay de aquellos que ven solamente a los Espíritus evocados, de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; ellos describen sus gestos en sus más mínimos detalles, como también la expresión de su fisonomía, sus gestos, su ropa, e inclusive los sentimientos de que parecen animados. Hay otros entre quienes esta facultad es más amplia; ellos ven toda la población espiritual circundante ir, venir, y se podría decir, atendiendo a sus intereses.
11.           Asistimos una noche a la representación de la obra Obreron en compañía de un óptimo sensitivo vidente. En la sala habían numerosos asientos libres, muchos de los cuales se encontraban ocupados por Espíritus, que parecían seguir el espectáculo; algunos se acercaban a determinados espectadores y parecía que escuchaban su conversación. Sobre el escenario se desarrollaba otra escena; detrás de los actores muchos Espíritus de humor jovial se divertían a reproducirlos, imitando sus gestos en modo grotesco; otros, más serios, parecían inspirar a los cantantes y hacer esfuerzos para transmitirles energía. Uno de ellos se encontraba constantemente cerca de una de las interpretes principal; nosotros creímos que él tuviese intenciones un poco ligeras; habiéndolo, después, llamado en el intervalo, él se acercó a nosotros, y nos recriminó con cierta severidad nuestro temerario juicio. –“No soy lo que creéis, -dijo él-; estoy encargado de dirigirla”. Después de algún instante de conversación muy seria, nos dejó diciéndonos: -“Adios!, ella está en su vestuario, es conveniente que vaya a vigilar sobre ella”. Evocamos, seguidamente, el Espíritu de Weber, autor de la obra, y le preguntamos qué pensaba de la ejecución de su trabajo. –“No está mal, -dijo él-, pero hay una cierta ausencia de intensidad; los actores cantan, y esto es todo, pero no hay en ello inspiración. Esperad, -agregó-, trataré de transmitirle un poco de fuego sagrado”. Entonces se le vio sobre la escena actuar por encima de los actores; un efluvio parecía emanar de él y se expandía sobre ellos; en aquel momento, se observó en los actores un visible aumento de energía.
12.           He aquí otro hecho que prueba la influencia ejercitada por los Espíritus sobre los seres humanos sin saberlo. Nos encontrábamos, al igual que en la noche antes reseñada, en una representación teatral con otro sensitivo vidente. Habiendo iniciado una conversación con un Espíritu espectador, éste nos dijo: -“Veis aquellas dos señoras solas en los asientos de la primera fila? Bien, soy capaz de hacerle abandonar la sala”. Dicho esto, se le vio colocarse sobre los asientos en cuestión, y hablar a las dos señoras; de repente, éstas, que estaban atentísimas al espectáculo, se miran, parecen consultarse, después se van y no regresan más. El Espíritu, entonces, nos hizo un gesto cómico para demostrar que había mantenido la palabra; pero no lo vimos más para pedirle explicaciones. De esta manera hemos podido ser, miles de veces, testigos del rol que juegan los Espíritus entre los encarnados. Los observamos en diversos sitios de reuniones, en bailes, en los conciertos, en las conferencias, en los funerales, en los convites, etcétera, y en todas partes se ha observado que avivaban las malas pasiones, insuflaban discordia, excitaban las risas y se alegraban de sus proezas; otros, al contrario, combatían esta perniciosa influencia, pero eran raramente escuchados.



2 comentarios:

  1. Interesante compendio de la mediumnidad en todo su esplendor....Gracias...!!

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  2. Gracias por su comentario, Gerardo; un cordial saludo.

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