miércoles, 23 de mayo de 2012

SISTEMAS



EL LIBRO DE LAS FACULTADES

Autor: Allan Kardec
Versión castellana: Giuseppe Isgró C.

Capítulo IV: SISTEMAS


1.    Cuando los extraños fenómenos espiritas comenzaron a producirse, o mejor dicho, se renovaron en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que han suscitado fue el de la duda acerca de su misma realidad, y aún más sobre sus respectivas causas. Por cuanto fueron confirmados por testimonios irrecusables y las experiencias  que cada quien pudo hacer, sucedió que cada uno los interpretó a su manera, según sus ideas personales, sus creencias o sus prevenciones: esa es la razón de que hayan resultados muchos sistemas que una atenta observación debía reducir a su justo valor.
Los adversarios de la Doctrina Espirita creyeron encontrar un argumento en esta divergencia de opiniones, diciendo que los mismos estudiosos no se encuentran de acuerdo entre ellos. Esta era una razón limitada, si se reflexiona que los pasos de cada ciencia naciente son inciertos, hasta tanto que el tiempo le haya permitido reunir, coordinando los hechos que puedan establecer decididamente la opinión. A medida que los hechos se completan y son mejor observados, las ideas prematuras son sustituidas, y se establece la unidad, por lo menos sobre los puntos fundamentales, si no en todos los particulares. Esto aviene también para la Doctrina Espirita, por cuanto no podía escapar a la ley común, y debía, más bien, por su misma naturaleza, prestarse a la diversidad de interpretación más que cualquier otra cosa. Se puede agregar, también, que bajo este mismo aspecto, la Doctrina Espirita progresó más rápidamente que otras ciencias que le precedieron; la medicina, por ejemplo, que todavía divide a los más grandes científicos.
2.    En el nivel metódico, para seguir el orden progresivo de las ideas, conviene colocar a la cabeza los que se pueden denominar sistemas de negación, es decir, aquellos de los adversarios de la Doctrina Espirita. Nosotros hemos confutado sus objeciones en la introducción y en la conclusión de El Libro de los Espíritus, al igual que en la pequeña obra: Qué es el Espiritismo? Sería superfluo ahora de regresar a este argumento; nos limitaremos a centrar la atención, brevemente, sobre, los motivos sobre los cuales se fundan.
Los fenómenos espirituales son de dos tipos: los de efectos físicos y los de efectos intelectuales. No admitiendo, quienes niegan la existencia de los espíritus por la razón de que nada admiten fuera de la materia, se comprende que niegan los de efectos inteligentes. En cuanto a los de efectos físicos, ellos los comentan desde su propio punto de vista, y sus argumentos pueden reasumirse en los cuatro sistemas siguientes.
3.    Sistema del charlatanismo. Muchos de los antagonistas atribuyen a la superchería estos efectos espiritas, por la razón que alguno de ellos puede ser imitado. Esta suposición transformaría a todos los estudiantes en engañados y a los sensitivos en manipuladores, sin importar la posición, el carácter, el saber y la honorabilidad de las personas. Si ella ameritara una respuesta, nosotros diríamos que ciertos fenómenos físicos son, también, imitados por los prestidigitadores, y que esto nada prueba en contra de la verdadera ciencia.
Existen, por otra parte, personas cuyo carácter es superior a toda sospecha de fraude, y convendría estar desprovistos de los preceptos elementales de la educación y de la urbanidad, tener la osadía de decir, en su propia cara, que ellas son cómplices de charlatanería. En una reunión privada respetabilísima, una persona que se tenía por bien educada, habiéndose permitido una reflexión de esta naturaleza, la dueña de casa le dijo: -“Señor, dado que usted no se encuentra contento, se os devolverá vuestro dinero en la puerta”: y con un gesto le hizo comprender lo que él debía hacer. Pero, con todo esto queremos nosotros afirmar que jamás se han cometido abusos? Se precisaría, para creerlo, que los seres humanos fuesen perfectos. Se abusa de todo, también de las cosas más serias, por qué no se abusaría de la ciencia espirita? Pero, el mal uso que se puede hacer de una cosa, no puede perjudicar en nada a la cosa misma; el control, que se puede tener sobre la buena fe de las personas, se encuentra en los motivos que les hacen actuar. Donde no existe especulación, la charlatanería no tiene nada que buscar.
4.    Sistema de la locura. Hay quien, por condescendencia, concede de descartar la sospecha de los trucos, y pretende que quienes no engañan a los demás, lo hagan consigo mismos. Esto significaría que son imbéciles. Cuando los incrédulos se expresan con menor consideración, dicen, simplemente, que se peca de locura, atribuyéndose de manera liberal el privilegio del buen sentido. Este es, después, el argumento de quienes no tienen buenas razones que oponer. Del resto, este método de oposición se ha convertido en ridículo por su vulgaridad y no merece que se pierda el tiempo en refutarlo. Los estudiantes, por otra parte, no se preocupan en absoluto: ellos toman egregiamente su propio partido, y se consuelan que tienen por compañeros un gran número de personas cuyo mérito no podría ser negado. En efectos, es necesario convenir que esta locura tiene un carácter singular, si ella se expresa, preferiblemente, en las clases más ilustradas, entre las cuales, hasta ahora, la ciencia espirita cuenta la inmensa mayoría de sus adeptos. Si alguna excentricidad se encuentra en la cantidad, esta no prueba nada en contra de la Doctrina Espirita, de la misma manera en que los locos espirituales no prueban nada en contra de la espiritualidad, los melómanos en contra de la música, y los matemáticos, en contra de las matemáticas mismas. Todas las ideas han encontrado, siempre, fanáticos exagerados, y convendría ser de un raciocinio bien obtuso para confundir la exageración de una cosa con la cosa misma. Nosotros sugerimos a quien quisiese tener más amplias explicaciones sobre este argumento, nuestro pequeño volumen Qué es el Espiritismo? O bien El Libro de los Espíritus (Introducción, $ XV).
5.    Sistema de la alucinación. Otra opinión, menos ofensiva por el motivo de que tiene un pequeño tinte científico, consiste en el considerar a los fenómenos como ilusiones de los sentidos; de esta manera, el observador será de buena fe, pero el creerá ver lo que en realidad no ve. Así, cuando observa una mesa elevarse y mantenerse en el espacio, sin ningún punto de apoyo, ella, en realidad, no se habría movido de su lugar; él la ve en el aire por el efecto de una especie de ilusión óptica, como aquel que hace ver un astro, o un objeto en el agua fuera de su real posición. Verdaderamente, esto podría ser, también, posible, pero quienes fueron testigos de este fenómeno, han podido constatar el aislamiento pasando debajo de la mesa suspendida, lo que sería difícil si no hubiese abandonado el suelo. Por otra parte, muchas veces ocurrió que la mesa se rompió al caer: dirán, por lo tanto, todavía, que esto es un efecto óptico?
Una causa fisiológica bien conocida puede, sin duda, hacer sí, que uno crea ver de girar él mismo cuando, en cambio, permanece inmóvil: pero, por cuanto muchas personas que están alrededor de una mesa son arrastrados por un movimiento tan rápido hacen un esfuerzo para seguirlo, y que algunas son, algunas veces, arrojadas al suelo, se podrá, quizá, todavía, afirmar que todas son afectadas por vértigo, al igual que aquel que ve su casa pasar frente a él?
6.    Sistema del músculo crujidor: Por otra parte, si las cosas pudieran, también, ser en estos términos para la vista, no podrían serlo, más, para el oído, ya que cuando los golpes efectuados son percibidos por toda una asamblea no se pueden atribuir, razonablemente, a una ilusión. Descartamos, bien entendido, cada idea de fraude, y suponemos que una atenta observación haya comprobado que los mencionados golpes no son debido a una causa fortuita o material. Es verdad, que un sabio médico dio una perentoria explicación (1). –“La causa, -dice él-, consiste en las contracciones voluntarias o involuntarias del tendón del músculo corto-peroné”. Él entra, intencionalmente, en los particulares anatómicos más completos, para demostrar por cual mecanismo este tendón puede producir tales ruidos, imitar las baterías del tambor y, también, ejecutar aires musicales, de lo cual, él concluye que son víctimas de una mistificación o de una ilusión todos quienes creen oír golpes en una mesa. El hecho no es nuevo en sí mismo; lamentablemente para el autor de este pretendido descubrimiento, la teoría no puede otorgar la razón en todos los casos. Diremos, en primer lugar, que, quienes gozan de la singular facultad de hacer crujir a voluntad su músculo corto-peroné, o cualquier otro, y de obtener algunos aires con este medio, son sujetos excepcionales; mientras que es muy común la facultad de hacer golpear las mesas, y entre quienes poseen esta última facultad, muy pocos tienen el uso de la primera.
En segundo lugar, el sabio doctor ha olvidado de explicar como el crujido del músculo de una persona inmóvil y aislada de la mesa pueda producir vibraciones sensibles al tacto; come este ruido pueda repercutir a voluntad de los asistentes en las diferentes partes de la mesa, en los otros muebles, en los muros, en el techo, etcétera; cómo, en fin, la acción de este músculo puede extenderse a una mesa que no se toca y hacerla mover. Esta explicación, del resto, si tal puede llamarse, no comprendería más que el fenómeno de los golpes efectuados, pero no puede incluir todos los demás modos de comunicación. Concluimos que él emitió un juicio sin haber visto, u observado todo, y bien.
Es de lamentar que hombres de ciencia tengan la manía de dar, sobre lo que no conocen, explicaciones que los hechos pueden desmentir. Su propio saber debería rendirles tanto más circunspectos en sus juicios cuanto más lejos de ellos se encuentre el límite de lo ignoto.
(1) El señor Jobert (de Lamballe).  –Para ser justos, se debe decir este descubrimiento es debido al señor Schiff; el señor Jobert ha desenvuelto las consecuencias en la Academia de medicina para dar el golpe de gracia a los espíritus golpeadores. Se encontrarán todos los particulares en la Revue Spirite de junio de 1859.
7.    Sistema de las causas físicas. Ahora salimos del sistema de la negación absoluta. La realidad de los fenómenos, siendo asumida, el primer pensamiento que le ha surgido en la mente a quienes los han reconocidos, fue el de atribuir los movimientos al magnetismo, a la electricidad, o a la acción de un fluido cualquiera; en una palabra, a una causa exclusivamente física y material. Esta opinión no tenía en sí nada de irracional, y habría prevalecido si el fenómeno se hubiese limitado a los efectos puramente mecánicos. Una circunstancia, además, parecía corroborarla y ésta era, en algunos casos, el aumento de la potencia en razón del número de las personas; cada una de ellas podía ser considerada como uno de los elementos de una pila eléctrica humana. Lo que caracteriza una teoría verdadera, es, como ya hemos dicho, dar razón de todo; pero si un solo hecho viene a contradecirla, esto sucede porque es falsa, incompleta o demasiado absoluta. Ahora, esto es, propiamente, cuanto acontece en esta circunstancia. Estos movimientos, y golpes, demostraron signos inteligentes, obedeciendo a la voluntad y respondiendo al pensamiento; ellos debían tener, por lo tanto, una causa inteligente. Desde el momento en que el efecto cesaba de ser puramente físico, la causa debía, en consecuencia, tener otra fuente; de hecho, el sistema de la acción exclusiva de un agente material fue abandonado, y no se encuentra más que en aquellos que juzgan a priori sin haber visto. El punto esencial es, por lo tanto, el de constatar la acción inteligente; de esto puede convencerse quienquiera darse a la tarea de observar.
8.    Sistema del reflejo. Reconocida la acción inteligente, quedaba por descubrir cuál era la fuente de esta inteligencia. Se pensó que pudiese ser la del sensitivo o de los asistentes, la cual se reflejaba como la luz y los rayos sonoros. Esto era posible: sólo la experiencia podía decir la última palabra. Pero, observemos, antes de todo, que este sistema se separa ya, totalmente, de la idea puramente materialista; hasta tanto la inteligencia de los presentes pudiese reproducirse por vía indirecta, se precisaba admitir, en el ser humano, un principio ajeno al organismo.
Si el pensamiento expresado hubiese sido siempre el de los asistentes, la teoría del reflejo habría sido confirmada; ahora el fenómeno, aunque reducido a esta proporción, no habría sido, por lo tanto, del más alto interés? El pensamiento que se repercute en un cuerpo inerte y se traduce en movimiento y en ruido, no sería algo muy digno de notar? No había en ello, quizá, argumento válido que interesase a los científicos? Por qué, por lo tanto, lo han despreciado, precisamente ellos que se afanan en la búsqueda de una fibra nerviosa?
La experiencia sola, decimos nosotros, podía dar razón o no a esta teoría, y la experiencia la refutó, por cuanto ella demuestra, a cada instante, y con los hechos más positivos, que el pensamiento expresado puede ser no sólo extraño al de los asistentes, sino que, con frecuencia, les es del todo contrario: que él viene a contradecir todas las ideas preconcebidas, desvirtuar todas las previsiones; de hecho, cuando pienso en el blanco y se me responde negro, me resulta difícil creer que la respuesta provenga de mí. Alguno busca apoyarse sobre determinado caso de identidad entre el pensamiento expresado y el de los asistentes; pero, qué prueba esto? Prueba, únicamente, que los asistentes pueden pensar igual que la inteligencia que se comunica. No es preciso que ellos deban ser de la opinión contraria. No es dicho que ellos deban ser siempre de la opinión contraria. Por cuanto, en la conversación, el interlocutor emite un pensamiento análogo al vuestro, diréis por esto que tal pensamiento proviene de vosotros? Es suficiente algún ejemplo contrario bien comprobado para probar que esta teoría no puede ser absoluta. Y después, cómo explicar con el reflejo del pensamiento la escritura producida por personas que no saben escribir, las respuestas de los más elevados niveles filosóficos obtenidas por personas iletradas, las que son dadas a preguntas formuladas mentalmente o antepuestas en una lengua desconocidas por el sensitivo, y miles más de otros hechos que no pueden dejar ninguna duda sobre la independencia de la inteligencia que se manifiesta? La opinión contraria puede provenir solamente de una falta de observación.
Si luego la presencia de una inteligencia extraña es probada moralmente por la naturaleza de la respuesta, lo es materialmente, también, por el hecho de la escritura directa; es decir, de la escritura obtenida espontáneamente, sin pluma ni lápiz, sin contacto y no obstante todas las precauciones tomadas para prevenirse de todo subterfugio. El carácter inteligente del fenómeno no podría ser puesto en duda; por lo cual hay alguna otra cosa además de la acción fluídica. Por otra parte, la espontaneidad del pensamiento expresado fuera de toda expectación y de cada cuestión propuesta, no permite de ver un reflejo del de los asistentes.
El sistema del reflejo es muy descortés en ciertos casos; cuando, en una reunión de personas honestas, se manifiesta en forma inesperada una de esas comunicaciones irritantes por su vulgaridad, sería hacer un inadecuado cumplido a los asistentes pretendiendo que estas provengan de alguno de ellos, y es probable que cada uno se apresuraría en repudiarle. (Se lea al respecto El Libro de los Espíritus, $XVI).
9.    Sistema del espíritu colectivo. Es una variante del precedente. Según este sistema, solo el Espíritu del sensitivo se manifiesta; pero él se identifica con el de muchos otros vivientes presentes o ausentes, y forma un todo colectivo que reúne todas las aptitudes, la inteligencia y las cogniciones de cada uno. Por cuanto la obrita en donde esta teoría es expuesta, se intitula la Luz, ella nos parece de un estilo muy obscuro; confesamos de haberla comprendido poco y la referimos únicamente para dejarla relacionada. Ella es, por otra parte, como muchas otras, una opinión individual que ha hecho pocos prosélitos. El nombre de Emeh Tirpsé es tomado por el autor para indicar el ser colectivo que él representa. Él toma por epígrafe: Nada existe oculto que no deba ser conocido. Esta proposición es evidentemente falsa, ya que existe una cantidad de cosas que el ser humano no puede ni debe saber; sería muy presuntuoso quien pretendiese penetrar todos los secretos de Dios.
10.                      Sistema de sonambulismo. Este sistema tuvo un número mayor de sustentadores, y cuenta con muchos, aún hoy. Al igual que el precedente, él admite que todas las comunicaciones inteligentes tienen su fuente en el Espíritu del sensitivo, pero para explicar su actitud en tratar objetos que salen fuera de sus cogniciones, en vez de suponer en él un Espíritu múltiple, atribuye esta actitud a una sobreexcitación momentánea de las facultades mentales, a una especie de estado de sonambulismo o extático, que exalta y desarrolla su inteligencia. No se puede negar, en ciertos casos, la influencia de esta causa; pero basta haber visto actuar la mayor parte de los sensitivos para convencerse que ella no puede resolver todos los casos, y que forma la excepción y no la regla. Se podría creer a esta hipótesis si el sensitivo tuviese siempre el aspecto de un inspirado o de un extático, apariencia que él podría, por otra parte, simular perfectamente si quisiese representar la comedia; pero como creer a la inspiración, cuando el sensitivo escribe como una maquina, sin tener la mínima conciencia de lo que obtiene, sin la menor emoción, sin ocuparse de lo que hace, y mientras su mirada está en otra parte, y ríe y habla de cosas diversas? Se comprende la sobreexcitación de las ideas, pero no se comprende como ésta permita escribir a quien no sabe escribir; y todavía menos cuando las comunicaciones son transmitidas mediante golpes o con la ayuda de una tablita o cestita. Veremos, en el curso de esta obra, la parte que conviene atribuir a la influencia de las ideas del sensitivo; pero los hechos, donde la inteligencia extraña se revela con signos inconfundibles, son tan numerosos y evidentes, que no pueden dejar duda a este respecto. El error de la mayor parte de los sistemas, surgido en el origen de la ciencia espirita, es el de haber sacado conclusiones generales de algún hecho aislado.
11.                      Sistema pesimista, diabólico o demoníaco. Entramos aquí en otro orden de ideas: la intervención de una inteligencia extranjera. Una vez confirmado, se trataba de saber cuál fuese la naturaleza de esta inteligencia. El medio más simple era sin duda el de preguntárselo; pero algunos no han encontrado en esto una garantía suficiente, y han querido ver en todas las manifestaciones una obra diabólica; según ellos, únicamente el diablo o los demonios pueden comunicarse con nuestro mundo. Aunque este sistema encuentre hoy un eco muy restringido, hubo, sin duda, un momento en el cual gozó de cierto crédito, por el carácter mismo de quienes han buscado de hacerlo prevalecer. Todavía, nosotros haremos observar que los sostenedores del sistema demoníaco no deben ser puestos entre los adversarios de la ciencia espirita; al contrario. Sean demonios o ángeles, los seres que se comunican, son, sin embargo, siempre seres incorpóreos; esto quiere decir que se admite la posibilidad de comunicar con el mundo invisible, o por lo menos con una parte de este mundo.
La creencia en la comunicación exclusiva de los demonios, por cuanto irracional pueda parecer, podía no parecer imposible cuando los espíritus eran considerados al margen de la humanidad; pero, dado que se conoce que los espíritus son ni más ni menos que los entes de quienes han vivido en la dimensión física, ella ha perdido toda su vigencia, y podría decirse, también, toda idea de verosimilitud; ya que se derivaría que todos estos entes son demonios, cuando fuesen, también, los de un padre, de un hijo o de un amigo, y que nosotros mismos, al pasar a la dimensión espiritual, nos convertiríamos en demonios; doctrina poco gratificante y poco consoladora para mucha gente. Será muy difícil de persuadir a una madre  de que su hijo desencarnado, tanto amado, que regresa para aportarle pruebas de su afecto, y de su identidad, sea un ministro del diablo. Es, también, verdad que entre los espíritus los hay de pésima condición, los cuales no valen más de aquellos que se llaman demonios, por una razón muy simple, es decir, que hay seres humanos con un acentuado grado de imperfección, que la desencarnación no los transforma, inmediatamente, en mejores. La cuestión, ahora, es la de saber si estos son los únicos que se pueden comunicar. A quienes así piensan, nosotros les dirigimos las siguientes preguntas:
                                    I.      Existen espíritus buenos y espíritus imperfectos?
                                II.      Dios es más potente que los espíritus imperfectos, o de los demonios, si así queréis llamarlos?
                             III.      Afirmar que solamente los imperfectos se comunican, equivale a decir que los buenos no pueden hacerlo; si así fuera, una de las dos cosas sería verdad. Esto tiene lugar por la voluntad o contra la voluntad de Dios? Si es en contra de Su voluntad, esto ocurre porque los espíritus imperfectos serían más poderosos que Él; y si sucediese por Su voluntad, por qué en su bondad no le permitiría hacerlo a los demás para equilibrar la influencia de los otros?
                            IV.      Cuál prueba podréis dar vosotros de la impotencia de los buenos espíritus para comunicarse?
                                V.      Por cuanto se os opone la sabiduría de ciertas comunicaciones, vosotros respondéis que el demonio asume todas las máscaras para seducir mejor. Nosotros sabemos, de hecho, que existen espíritus hipócritas, quienes dan a su lenguaje un falso barniz de sabiduría; pero, admitid vosotros que la ignorancia pueda camuflarse de verdadero saber, y una naturaleza inclinada al mal expresar la virtud verdadera sin dejar entrever nada que pueda desvelar el fraude?
                            VI.      Si es el demonio el único que se comunica, por cuanto él es el enemigo de Dios y de los hombres, por qué recomienda, por lo tanto, de orar a Dios, de someterse a su voluntad, de asumir sin murmurar las tribulaciones de la vida, de no ambicionar ni los honores, ni las riquezas, de practicar el amor y todos los valores universales; en una palabra, de hacer todo lo que es necesario para destruir su imperio? Si el diablo es capaz de dar consejos similares, es preciso convenir que, por cuanto hábil que fuese, se demostraría inepto con aportar las armas en contra de si mismo.
                         VII.      Dado que los Espíritus se comunican, es porque Dios lo permite; pero viendo las buenas y las malas comunicaciones, no es quizá más lógico pensar que Dios permite las segundas para probarnos, y las primeras para aconsejarnos el bien?
                     VIII.      Qué pensaríais vosotros de un padre que dejase su hijo a merced de los ejemplos y de los consejos perniciosos, y que alejase de él, prohibiéndole de ver a las personas que podrían orientarlo en el bien? Cómo podría pensarse de Dios, que es la bondad por excelencia, que pudiese hacer menos de lo que haría un buen padre, o menos aún de lo que haría un ser humano normal?
                            IX.      Históricamente se reconocen ciertas manifestaciones de María de Nazareth y de otros Espíritus ejemplares, en las apariciones, visiones, comunicaciones orales, etcétera; esta creencia no es contradictoria a la doctrina de las comunicaciones exclusivas de los espíritus imperfectos?
Nosotros creemos que ciertas personas han profesado esta teoría de buena fe, pero, de igual modo estimamos que muchas otras la han hecho únicamente para que no se ocupasen de estas cosas, a causa de las malas comunicaciones que se pueden recibir; y diciendo que es sólo el diablo que se manifiesta, ellos han querido atemorizar, más o menos como cuando si dice a un chaval: No toques esto porque quema.
La intención puede ser loable, pero el fin estuvo ausente; ya que la sola prohibición excita la curiosidad, y el temor del diablo retiene a muy poca gente: se le quiere ver, aunque solo sea para mirar cómo está hecho, y se queda, después, maravillados de no encontrarlo tan negro como se le había imaginado.
No habría, luego, otro motivo debajo de esta teoría exclusiva del diablo? Hay personas que descalifican a todos aquellos que no comparten su opinión; ahora, quienes pretenden que todas las comunicaciones sean obra del demonio, no serán, quizá, impelidos por el temor de no encontrar a los Espíritus de acuerdo con ellos  sobre todos los puntos de vista, y especialmente sobre los que se refieren a los intereses de este mundo más que los del otro? No pretendo negar los hechos, ellos quisieron presentarlos de manera terrorífica; pero este medio no surtió mayor efecto que los otros. Donde es ineficaz el temor al ridículo, conviene resignarse en dejar tranquilas las cosas.
El musulmán que oyese a un espíritu hablar en contra de ciertas leyes del Corán, pensaría, ciertamente, que se trata de un espíritu imperfecto; lo mismo ocurriría a un hebreo en relación a ciertas prácticas de la ley de Moisés. Entre otros, después, hemos visto a una persona afirmar que el espíritu comunicante debía ser el diablo, ya que se había permitido de pensar en forma diversa de él sobre el poder temporal, aunque no hubiese dado más que un mensaje de solidaridad, tolerancia, amor al prójimo, y la renuncia a las cosas de este mundo, todas máximas enseñadas por Jesús de Nazareth.
Por cuanto los Espíritus no son ni más ni menos que los entes que animan a los seres humanos, los cuales no son perfectos, resulta de ello que, también,  hay espíritus imperfectos, cuyo carácter se refleja en sus comunicaciones.
Es algo incontrovertible que existen espíritus imperfectos, astutos, profundamente hipócritas, contra quienes es preciso estar en guardia; pero, es, quizá, justo huir de toda la sociedad, porque en esta se encuentran seres humanos perversos? Dios nos dio la razón y el juicio para apreciar tanto a los espíritus como a los seres humanos. El mejor medio para inmunizarse en contra de los inconvenientes que puede presentar la práctica de las facultades espirituales, no está en interdecirlo, sino en hacerlo comprender bien. Un temor imaginario únicamente impresiona al momento, y no a todos; la realidad, en cambio, claramente demostrada, es comprendida por todos,     
12.                      Sistema optimista. Al lado de quienes en estos fenómenos ven solamente la acción del demonio, se encuentran otros que descubren, únicamente, la de los buenos espíritus: ellos suponen que el espíritu, liberándose de la materia, ningún velo más le opaca, y creen que deba poseer la ciencia soberana y la suprema sabiduría. Su infundada confianza  en esta absoluta superioridad de los seres de la dimensión espiritual, fue para muchos la fuente de desilusiones; ellos aprendieron a sus expensas a desconfiar de ciertos espíritus, de la misma manera en que se aprende a hacerlo de determinadas personas.
13.                      Sistema mono-espirita. Una variedad del sistema optimista consiste en la creencia de que un solo espíritu se comunique con los seres humanos, y que este espíritu es Jesús de Nazareth, que es el protector de la tierra.
Cuando se ven comunicaciones de la más baja trivialidad, de una irritante grosería, imbuidas de malevolencia y de maldad, sería una profanación y una impiedad suponer que las mismas puedan ser emanadas de un Espíritu del bien por excelencia. Sería concebible la ilusión de estos tales, si ellos hubiesen tenido solamente comunicaciones irrefutables; pero, la mayor parte confiesa de haberlas tenido pésimas: explican esto diciendo que el buen espíritu les somete a una prueba, dictándoles comunicaciones absurdas. De esta manera, mientras los unos atribuyen todas las comunicaciones al diablo, quien puede decir cosas buenas para tentarlos, otros piensan que sólo Jesús se manifiesta, y que puede decir cosas malas para someterlos a prueba. Entre estas dos opiniones tan contrarias, quién decidirá? El buen sentido o la experiencia? Digamos la experiencia, ya que creemos imposible que hayan visto todo, y, además, visto bien, quienes profesan estas ideas exclusivas. Cuando se le hace observar los hechos de identidad, que se refieren a la presencia de parientes, amigos o conocidos, por medio de las comunicaciones escritas, visuales o de otra índole, responden que es siempre el mismo Espíritu, el diablo, según algunos, Jesús, según otros, que toma todas las formas; pero no nos dicen porque los otros espíritus no pueden comunicarse, por cual razón el Espíritu de Verdad vendría a engañarnos, presentándose debajo de falsas apariencias, para engañar, por ejemplo, a una madre haciéndose pasar por el hijo que ella llora.
La razón rechaza que el Espíritu de Verdad se rebaje para representar una simple comedia. Por otra parte, negar la posibilidad de toda otra comunicación, no es, quizá, quitar al Espiritismo lo que él tiene de más sublime, es decir, la consolación de los afligidos? Digamos, simplemente, que un tal sistema es irracional y no puede resistir un serio examen.
14.                      Sistema poli-espirita. Todos los sistemas que hemos analizado, sin excluir los negativos, se apoyan sobre algunas observaciones, pero incompletas o mal interpretadas. Si una casa es roja de un lado y blanca del otro, quien la ha visto de un solo lado, afirmará que es roja, otro, que es blanca: los dos tendrán razón por una parte, y estarán en error, por la otra; pero quien la haya visto de todos los lados dirá que es blanca y roja, y será el único que afirme la verdad. La misma cosa es, por lo que se refiere a la opinión que nos formamos alrededor del Espiritismo: puede ser verdad bajo algunos aspectos, y falsa cuando se quiere generalizar lo que es parcial, es decir, cuando se toma como regla lo que es, únicamente, excepción, y por el todo lo que es sólo una parte.
Propiamente por esto decimos que, quienquiera estudiar seriamente esta ciencia, debe ver mucho y extensamente; el tiempo solo le permitirá de percibir los particulares, de separar el sutil velo y observar una multitud de hechos característicos, los cuales serán para él rayos de luz; pero si se para en la superficie, se expone a expresar un juicio prematuro y, en consecuencia, erróneo. Estas son las consecuencias generales que fueron deducidas de una completa observación, y que forman, ahora, el orden de ideas, se puede decir, de la universalidad de los estudiantes de la Doctrina Espirita, ya que los sistemas restrictivos son reducidos a opiniones aisladas:
                                          I.                       Los fenómenos espiritas son producidos por inteligencias extra-corporales, denominadas Espíritus.
                                      II.                       Los Espíritus constituyen el mundo invisible; se encuentran por todas partes; los espacios se encuentran poblados hasta el infinito; los hay continuamente alrededor nuestro, aquellos con los cuales estamos en contacto.
                                   III.                       Los Espíritus actúan continuamente sobre el mundo físico y el moral, y son una de las potencias de la naturaleza.
                                  IV.                       Los Espíritus no son seres separados de la creación; son, en cambio, los entes de quienes ya vivieron sobre la tierra o en otros mundos, y que han depuesto su envoltura corporal; de lo que deriva que los entes de los seres humanos son Espíritus encarnados, y que, una vez desencarnado, se deviene Espíritus.
                                      V.                       Hay Espíritus de cada grado de bondad y de malicia, de saber y de ignorancia.
                                  VI.                       Ellos están todos sujetos a la ley del progreso y pueden alcanzar la perfección; pero, por cuanto poseen libre albedrío, llegan en un tiempo más o menos largo, según sus propios esfuerzos y su voluntad.
                               VII.                       Ellos son felices o infelices según el bien o el mal que hayan realizado durante su existencia y el grado de adelanto alcanzado. La felicidad perfecta y sin mezcla es el estado de los Espíritus que han alcanzado el supremo grado de perfección.
                           VIII.                       Todos los Espíritus, en determinadas circunstancias, pueden manifestarse a los seres humanos; el número de aquellos que se pueden comunicar es indefinido.
                                  IX.                       Los Espíritus se comunican por medio de sensitivos, que les sirven de instrumentos y de intérpretes.
                                      X.                       La superioridad o la inferioridad de los Espíritus se reconoce por su lenguaje: los buenos aconsejan solamente el bien y dicen solamente cosas buenas, y en ellos todo refleja elevación; los imperfectos engañan, y cada una de sus palabras trae impresa la huella de la imperfección y de la ignorancia.
                                  XI.                       Los diferentes grados que recorren los Espíritus están indicados en la Escala Espirita (El Libro de los Espíritus, Libro II, Cap. 1, nº 100 y siguientes). El estudio de esta clasificación es indispensable para apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, sus buenas y malas cualidades.
15.                      Sistema del Espíritu material. Este sistema consiste únicamente en una particular opinión acerca de la naturaleza íntima del Espíritu. Según esta opinión, el Espíritu, y el peri-espíritu, (alma), no serían dos cosas diferentes, o, mejor dicho, el peri-espiritu sería él mismo el Espíritu, que se va depurando gradualmente en las diversas transmigraciones, al igual que el alcohol se depura con las diversas destilaciones; mientras que la Doctrina Espirita considera el peri-espíritu solamente como la envoltura fluídica del Espíritu. El periespíritu, (alma), siendo una materia, aunque muy etérea, el Espíritu sería, de esta manera, otra naturaleza material, más o menos esencial según el grado de su depuración.
Este sistema no contrasta ninguno de los principios fundamentales de la Doctrina Espirita, ya que no cambia nada al destino del Espíritu; las condiciones de su futura felicidad son siempre las mismas; el Espíritu y el periespíritu formando un todo, bajo el nombre de Espíritu, como el germen y el perispermo, lo hacen con el nombre de fruto, toda la cuestión se reduce en considerar el todo como homogéneo en vez de considerarlo formado de dos partes distintas.
Como se ve, esto no conduce a ninguna consecuencia, y nosotros no habríamos tocado este punto, si no hubiésemos encontrado cierto número de personas que veían una nueva escuela en lo que, en el fondo, no es más que una simple interpretación de palabras.
Esta opinión, muy limitada, por otra parte, y aunque fuese más generalizada, no constituiría, entre los estudiantes de la Doctrina Espirita, una escisión más relevante de lo que es para los físicos la cuestión de las dos teorías de la emisión o de la ondulación de la luz. Quienes quisieran hacer una división por una cuestión pueril como esta, probarían con esto solamente que ellos atribuyen más importancia al accesorio que a lo principal, y que están impelidos a la desunión por espíritus, que no pueden ser buenos, ya que los buenos espíritus no inspiran jamás la aspereza y la cizaña; por lo tanto, nosotros invitamos a todos los verdaderos estudiantes de la Doctrina Espirita a estar en guardia en contra de tales sugestiones, y a no conceder a determinados particulares más importancia de la que merecen; lo esencial es el fondo.
No obstante, creemos que debemos decir algo más sobre lo que forma la opinión de quienes consideran el Espíritu y el periespíritu como dos cosas distintas, Esta opinión se fundamenta en la enseñanza de los Espíritus que jamás ha tenido variación alguna sobre este punto; hablamos de los espíritus iluminados, ya que entre los espíritus los hay dotados de igual instrucción, o también inferior a la humana, mientras que la teoría contraria es una concepción totalmente humana.
Nosotros no hemos ni inventado, ni supuesto el periespíritu para explicar los fenómenos; su existencia nos fue revelada por los Espíritus, y la observación nos la ha confirmado. (El Libro de los Espíritus nº 93). Ella se basa, todavía, en el estudio de las sensaciones en los Espíritus, (El Libro de los Espíritus, nº 257), y sobre todo sobre el fenómeno de las apariciones tangibles que implicaría, según la otra opinión, la solidificación y la disgregación de las partes constituyentes del espíritu y en consecuencia su desorganización.
Convendría, por otra parte, admitir que esta materia, la cual puede caer bajo nuestros sentidos, es esa misma el principio inteligente, lo que no es más racional de lo que sea confundir el cuerpo con el Espíritu, o el vestido con el cuerpo. En cuanto a la naturaleza íntima del Espíritu, ella nos es desconocida.
Por cuanto se dice que es inmaterial, es preciso entender la cosa en el sentido relativo y no en el absoluto, por cuanto la inmaterialidad absoluta sería la nada; ahora el espíritu es algo; queremos decir que su esencia es de tal manera superior, que no tiene ninguna analogía con lo que nosotros llamamos materia, por lo cual, a nuestros ojos, es inmaterial. (El Libro de los Espíritus, nº 23 y 82).
16.                      Esta es la respuesta dada por un Espíritu sobre este aspecto: -“Aquello que,  alguien ha denominado periespíritu, no es otra cosa que lo que viene denominado por otros envoltura material fluídica. Diré, para hacerme comprender de manera más lógica, que este fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de las ideas; hablo aquí de los espíritus elevados. En cuanto a los espíritus inferiores, los fluidos terrestres son todavía completamente inherentes a ellos; por lo tanto es materia como vosotros veis; de aquí los sufrimientos del hambre, del frío, etcétera, que no pueden sentir los espíritus superiores, por cuanto los fluidos terrestres son purificados alrededor de su pensamiento, es decir, alrededor de su espíritu. El Espíritu para su progreso siempre necesita un agente; el Espíritu sin agente no es nada para vosotros, o mejor dicho, no puede ser concebido por vosotros.
-“El periespíritu, para nosotros, espíritus libres de la materia, es el agente con el cual comunicamos con vosotros, bien sea indirectamente por medio de vuestro cuerpo, o de vuestro periespíritu, o directamente con vuestro Espíritu; de aquí las infinitas gradaciones de los sensitivos y de las comunicaciones.
-“Ahora queda el punto de vista científico, es decir, la esencia misma del periespíritu; y esto es otra cuestión. Buscad de entender antes de todo moralmente: después no nos queda más que una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que, por ahora, es inexplicable.
-“La ciencia no está, todavía, a esta altura, pero llegará, si quiere caminar con el Espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar en grado infinito; el Espíritu es el pensamiento. Él no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no iréis más lejos: es un punto que no puede ser explicado. Creed, quizá, que yo no busque como vosotros? Vosotros buscáis el periespíritu; nosotros, ahora, buscamos el Espíritu. Por lo tanto, esperad”. (Lamennais).
De esta manera, los Espíritus que se pueden considerar avanzados no han podido indagar, todavía, la naturaleza del Espíritu, cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Sería, por lo tanto, desperdiciar el propio tiempo si en un momento dado se quiera escrutar el principio de las cosas, las cuales, como fue dicho en El Libro de los Espíritus (nº 17 y 49) se encuentran en los secretos de Dios. Pretender de excavar, con la ayuda de la Doctrina Espirita, lo que no es, todavía, competencia de la humanidad, es como el querer desviarle de su verdadera finalidad, imitando el niño que quisiera saber tanto como una persona madura.
Lo esencial es que el ser humano aplique las enseñanzas de la Doctrina Espirita para lograr su mejoramiento moral; lo adicional es solamente una curiosidad estéril y, con frecuencia, orgullosa, cuya satisfacción no le permitirá hacer ningún paso adelante; la sola manera de avanzar es la transformarse en mejores.
Los Espíritus que dictan el libro que lleva su nombre, prueban su sabiduría, limitándose en lo que respecta al principio de todas las cosas, en los límites que Dios no permite de sobrepasar, dejando a los espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más seductoras que sólidas, y que caerán un día delante de la razón, como tantas otras salidas de las mentes humanas. Ellos nos dijeron sólo lo que es necesario para hacer comprender al ser humano el porvenir que le espera, y animarlo, con esto, al Bien. (Ver Parte Segunda, Cap. 1, Acciones de los Espíritus sobre la materia).

Continuará publicándose la traducción de los siguientes capítulos de EL LIBRO DE LAS FACULTADES, si desea recibir el material tan pronto se publique en los Bloq´s, LECTURAS DE EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, y VERDAD UNIVERSAL DIVINA, puede suscribirse gratuitamente, en dichos Bloq´s, y las recibirá en el mismo instante de su publicación.
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