lunes, 14 de octubre de 2013

PSICOGRAFÍA




EL LIBRO DE LAS FACULTADES –XVII-
Autor: Allan Kardec
Versión castellana: Giuseppe Isgró C.

Capítulo XVII


PSICOGRAFÍA



Psicografía indirecta: cestas y mesas
        Psicografía directa o manual.



1.  La ciencia espirita ha progresado al igual que todas, y más rápidamente aún que las demás, por cuanto al poco tiempo de utilizar medios primitivos e incompletos, que, comúnmente, se llamaban mesas parlantes, se ha llegado ya a la comunicación con los Espíritus tan fácilmente, y con eficacia, cuanto las personas pueden hacer entre ellas, y esto con los mismos medios: la escritura y la palabra. La escritura tiene sobretodo la ventaja de constatar materialmente la intervención de una potencia oculta, y de dejar huellas que pueden ser conservadas por nosotros, tal como se acostumbra con nuestra correspondencia. El primer medio empleado fue el de las mesas y el de las cestitas dotados de  lápiz, He aquí su disposición.
2.          Hemos dicho que una persona dotada de una aptitud especial puede imprimir un movimiento de rotación a una mesa, o bien a un objeto cualquiera. Tómese en vez de una mesa, una cestita de quince o veinte centímetros de diámetro (sea en vidrio u otro material; la substancia es indiferente). Si ahora, a través del fondo de esta cestita se hace pasar un lápiz firmemente ligado, con la punta externa hacia abajo, manteniendo dicha cestita en equilibrio sobre la punta del lápiz, y encima de una hoja de papel, colocando los dedos sobre la extremidad superior de la cestita, ésta comenzará a moverse; pero en vez de girar, conducirá el lápiz en diferentes sentidos sobre el papel, formando o signos insignificantes o caracteres de escritura.
Si un Espíritu es evocado y quiere comunicarse, responderá ya no con golpes como en la tiptología, sino con palabras escritas. El movimiento de la cestita no es más automático, como en las mesas parlantes, sino inteligente. En esta disposición, el lápiz, llegado a la extremidad de la línea, no regresa atrás para comenzar en la siguiente, sino continúa circularmente, de manera tal que la línea de escritura forma una espiral, lo que hace preciso levantar varias veces el papel para leer lo que está escrito. La escritura así obtenida no siempre es legible, no estando separadas las palabras; pero el sensitivo, por una especie de intuición, la descifra fácilmente. Se puede substituir, también, el papel y el lápiz por la pizarra y el yeso. Denominaremos a esta cestita con el nombre de trípode. Algunas veces, en vez de la cestita se utiliza una caja de cartón, formando el eje de apoyo con el lápiz.
3.  Muchas otras soluciones fueron imaginadas para conseguir el mismo fin. La más cómoda es la que nosotros denominaremos cestita con el pico, que consiste en adaptar sobre la cestita un soporte de leño inclinado, sobresaliente de diez a quince centímetros de un lado. En un hueco practicado en el extremo de este pico, se le hace pasar un lápiz bastante larga, de manera que la punta se apoye sobre el papel. Cuando el sensitivo pone los dedos sobre el extremo superior de la cestita, todo el aparato se mueve y el lápiz escribe como se indicó antes, con la diferencia de que la escritura es, en general, más legible, las palabras separadas, y las líneas no se encuentran más dispuestas en forma de espiral, sino como en la escritura ordinaria. Se obtienen, de esta manera, disertaciones de muchas páginas tan rápidamente como con la escritura manual.
4.  La inteligencia que actúa se manifiesta frecuentemente con otros signos no equívocos. Llegados al término de la página, el lápiz hace espontáneamente un movimiento para voltearla; queriendo retrotraerse a un pasaje precedente, en la misma página, o en otra, ella lo busca con la punta del lápiz, como se haría con el dedo; después lo subraya. Si después el Espíritu desea dirigirse a alguno de los presentes, la extremidad del soporte de leño se dirige hacía él. Para abreviar, él imprime las palabras sí y no con signos de afirmación y de negación similares a los que nosotros hacemos con la cabeza: si él quiere expresar cólera e impaciencia, golpea repetidamente con la punta del lápiz, y con frecuencia la rompe.
5.  En vez de la cestita, alguno se sirve de una pequeña tabla diseñada expresamente, de doce a quince centímetros de largo, cinco de alto, a tres pies, de los cuales el anterior tiene inserto el lápiz; los dos lados son redondos, o dotados de esferas, para deslizarse mejor sobre el papel. Otros se sirven, simplemente, de una tabla de superficie variable de quince a veinte centímetros cuadrados, triangular, oblonga u oval; sobre uno de los extremos hay un hueco oblicuo para colocar el lápiz; colocada con la finalidad de escribir, se encuentra inclinada, y se apoya por uno de sus lados sobre el papel; el lado apoyado sobre el papel algunas veces se encuentra dotado de dos pequeñas ruedas para facilitar el movimiento. Se comprende, del resto, que todas estas disposiciones nada tienen de absoluto; la más cómoda es la mejor.
Con todos estos aparatos conviene, casi siempre, actuar en dos; pero no es necesario que la segunda persona esté dotada de facultad desarrollada: ella sirve, únicamente, para mantener el equilibrio y a disminuir la fatiga del sensitivo.
6.  Se denomina psicografía indirecta la escritura así obtenida, en oposición a la escritura directa o manual obtenida por el mismo sensitivo. Para comprender este último procedimiento, conviene darse cuenta de lo que se verifica por este medio. El Espíritu extraño que se comunica, actúa sobre el sensitivo, el cual, bajo esta influencia, dirige maquinalmente su brazo y su mano para escribir, sin tener (es este, por lo menos, el caso más común) la mínima conciencia de lo que escribe; la mano actúa sobre la cestita y ésta sobre el lápiz. De esta manera, no es la cestita que se vuelve inteligente, sino que es un instrumento dirigido por una inteligencia; no es en realidad más que un portalápiz, una extensión de la mano, un intermediario entre la mano y el lápiz; eliminando este intermediario, y colocando el lápiz en la mano, vosotros tendréis el mismo resultado, con un mecanismo mucho más simple, por cuanto el sensitivo escribe tal como lo haría en condiciones normales; así, cualquier persona que escribe con la ayuda de la cestita, tableta u otro objeto, puede hacerlo, también, directamente.
   De todos los medios de comunicación, la escritura a mano, designada por algunos como escritura involuntaria, es sin duda el más simple, y el más cómodo, por cuanto no exige preparación y se presta como escritura corriente a los desarrollos más extendidos. Regresaremos sobre este argumento al hablar de los sensitivos.
7.  Al principio de las manifestaciones, cuando se tenían sobre el particular ideas menos precisas, muchos escritos fueron publicados con esta designación: -“Comunicaciones de una cestita, de una tableta, de una mesa”, etcétera. Se comprende hoy cómo estas expresiones eran insuficientes y erróneas, sin considerar su carácter poco serio.
En efecto, como se ha visto ya, las mesas, las tabletas, y las cestitas, no son más que instrumentos sin inteligencia, aunque, momentáneamente, animadas de una vida ficticia, y que nada pueden comunicar por sí mismas; esto sería tomar el efecto por la causa, el instrumento por el agente; tanto valdría que un autor pusiese en el frontispicio de su obra, que él la escribió con una pluma metálica o una pluma de oca. Estos instrumentos, por otra parte, no son absolutos. Conocemos algunos que, en cambio, de la cestita-trípode, descrita por nosotros, se servía de un embudo, en el cuelo del cual el pasaba un lápiz. Lo que es importante conocer, no es la naturaleza del instrumento, sino el modo en que se obtiene la comunicación. Si la comunicación tiene lugar por medio de la escritura, de cualquier naturaleza sea el portalápiz, esta modalidad se denomina psicografía; si es por medio de golpes: tiptología.

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