sábado, 2 de junio de 2012

MANIFESTACIONES FÍSICAS: EL LIBRO DE LAS FACULTADES VI


EL LIBRO DE LAS FACULTADES VI
Autor: Allan Kardec
Versión castellana: Giuseppe Isgró C.

Capítulo VI

MANIFESTACIONES FÍSICAS:
MESAS GIRATORIAS

1. Se denominan manifestaciones físicas a aquellas que se producen con efectos sensibles, como los ruidos, el movimiento y el desplazamiento de cuerpos sólidos. Algunas son espontáneas, es decir, independientes de toda voluntad; otras pueden ser provocadas. Primeramente, hablaremos de éstas últimas.
El efecto más simple, inclusive uno de los primeros que fue observado, consiste en el movimiento circular impreso a una mesa. Esta manifestación se produce, igualmente, sobre todos los objetos; pero siendo la mesa sobre la que se efectuó el mayor número de ejercicios, como objeto más cómodo, la denominación de mesas giratorias prevaleció para la designación de este género de fenómenos.
Cuando decimos que tal efecto es uno de los primeros que han sido observados, queremos referirnos a estos últimos tiempos, por cuanto es muy cierto que cada género de manifestación fue conocido desde los tiempos más remotos, y no pudo ser diversamente, dado que estos efectos, siendo naturales, debieron producirse en cada época. Tertuliano habla en términos explícitos de las mesas giratorias y parlantes.
Este fenómeno alimentó durante algún tiempo la curiosidad de los salones, por lo cual después fue abandonado por aburrimiento, para pasar a otras distracciones, siendo eso tenido como objeto de distracción. Dos causas contribuyeron al abandono de las mesas giratorias: la moda, en primer lugar: Para las gentes frívolas, que consagran raramente dos inviernos a la misma diversión, y que, por prodigio, les dedicaron tres o cuatro, al mencionado fenómeno. Para las personas serias y observadoras, en cambio, resultó de ello algo digno de interés que prevaleció; y si después trascendieron las mesas giratorias, fue porque se ocuparon de las consecuencias mucho más importantes en sus resultados; ellos dejaron el alfabeto por la ciencia. Ahí reside todo el secreto de este aparente abandono, sobre el cual los escépticos hacen tanto énfasis.
Sea como fuere, las mesas giratorias quedan siempre como punto de partida de la Doctrina Espirita, y es a este título que señalamos algunas observaciones, tanto más que presentando los fenómenos en su mayor simplicidad, el estudio de las causas resultará más fácil; y una vez establecida la teoría, tendremos la clave de los efectos más complejos.
2. Para que se produzca el fenómeno, es necesario la intervención de una o más personas dotadas de una aptitud especial, por lo cual se les designa con el término de sensitivos. El número de quienes cooperan,  en cambio, sería indiferente, si no fuese por el hecho de que en la cantidad se puede encontrar un sensitivo desconocido. En cuanto a los que se encuentran privados de sensitividad, su presencia no aporta  resultado alguno, y quizá es más nociva que útil, por la disposición anímica que frecuentemente, expresan.
Los sensitivos gozan, bajo este aspecto, de una potencia más o menos grande, y producen, en consecuencia, efectos en grado equivalente. Frecuentemente, un individuo, sensitivo potente, producirá, solo, más que veinte reunidos; será suficiente que él apoye la mano sobre la mesa, para que ésta se mueva al instante, se enderece, voltee, salude, o gire con fuerza.
3. No hay ningún indicio de la facultad de sensitivo; sólo la experiencia puede permitir su reconocimiento. Cuando se quiera experimentar, en una reunión, conviene, simplemente, sentarse alrededor de la mesa, colocar sobre ella la palma de la mano, sin ejercer presión alguna ni tensión muscular.
Inicialmente, por cuanto se ignoraban las causas del fenómeno, se habían indicado muchas precauciones, las cuales, posteriormente fueron reconocidas como sin utilidad alguna; por ejemplo: la alternabilidad de los sexos; y el contacto de los meñiques de los individuos, formando una cadena continua. Esta última precaución pareció necesaria dado que se creía en la acción de una especie de corriente eléctrica; pero la experiencia demostró, seguidamente, que era innecesaria. La única precaución, rigurosamente obligatoria, es la del recogimiento, en absoluto silencio, y sobre todo la paciencia, si el efecto se hace esperar. Podría darse que el fenómeno se produzca en algún minuto, o puede tardar, también, una media hora o más; esto depende de la potencia sensible que los participantes.
4. Decimos, todavía, que la forma de la mesa, la sustancia de la cual está hecha, la presencia de los metales, la seda de la vestimenta de los presentes, los días y las horas, la oscuridad o la luz, etcétera, son igualmente indiferentes, lo mismo que la lluvia o el buen tiempo. Únicamente el volumen de la mesa tiene una cierta importancia, pero solamente si la potencia sensitiva fuese insuficiente para vencer la resistencia; en el caso contrario, una sola persona, un niño, inclusive, puede elevar una mesa de cien kilos. En condiciones menos favorables, doce personas no moverían la más pequeña mesita de un solo pies.
Estando así las cosas, en cuanto el efecto comienza a manifestarse, se oye, de manera generalizada, un pequeño crujido en la mesa; después se siente un estremecimiento, que es el preludio del movimiento. La mesa pareciera hacer algunos esfuerzos para destacarse, después se inicia el movimiento de rotación; éste se acelera, algunas veces, a tal punto que adquiere una rapidez que a los asistentes le cuesta seguirlo. Una vez establecido el movimiento se puede, también, quedar distante de la mesa, y ella continúa, todavía, moviéndose en sentidos diversos, sin contacto.
En algunas circunstancias la mesa se eleva; una vez sobre uno de los pies, luego sobre el otro; después regresa, suavemente, a su posición natural. Otras veces ella se balancea imitando el movimiento de ondulación de un buque.


Finalmente, ella puede elevarse completamente del suelo, y se mantiene en equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, aunque para esto es preciso una potencia sensitiva considerable. Algunas veces, puede elevarse hasta el techo, de manera que, queriendo, se le pueda pasar por debajo. Después, desciende lentamente, balanceándose como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se rompe, como evidencia de que no se es objeto de una ilusión óptica.
5. Otro fenómeno, que se produce con frecuencia, según la naturaleza del sensitivo, es la de los golpes dados en la parte interna de la madera, sin que la mesa se mueva. Estos golpes, algunas veces muy suaves, otras muy fuertes, se manifiestan, también, en los demás muebles del lugar, en las puertas, en las paredes y en el techo. Sobre este fenómeno volveremos a hablar en breve. Cuando ellos tienen lugar en la mesa, producen una vibración, que se puede apreciar, muy bien, con los dedos, y distinguir, sobre todo, cuando se le aplique el oído.

                            

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